In Essentia

Tiempo de lectura del Post: 3 minutos

la sombra

la sombra que también soy

Hace años que transito mi propio camino de autoconocimiento. Antes que terapeuta, soy alguien que eligió hacer el viaje hacia adentro.

No solo acompaño procesos: también llevo mucho tiempo sosteniendo el mío.

He aprendido, a veces a fuerza de tropiezos, que no se puede caminar hacia la luz sin atravesar antes cierta oscuridad.

Esa oscuridad, ese rincón incómodo que todos llevamos dentro, es lo que en Gestalt llamamos la Sombra.

La Sombra no es un monstruo ajeno.

Es más bien una parte de ti que no quieres ver. Lo que callaste para que te quisieran.

Lo que escondiste para encajar.

Lo que negaste porque te daba miedo reconocer que también podías sentir eso: rabia, celos, deseo, juicio, envidia, ternura, fragilidad, ambición, dolor, poder.

En cada proceso, y también en el mío, he visto cómo vamos llenando esa mochila con lo que creemos “incorrecto”, lo que aprendimos que no debía mostrarse.

Y lo vamos guardando, capa sobre capa, hasta que un día pesa tanto que empieza a doler el cuerpo, la mente, el alma.

Y entonces llega el momento de mirar.

¿Mirar qué? Lo que tanto has querido evitar.

Y ahí está el riesgo.

Porque acercarse a la Sombra es como mirar de frente a un espejo sin filtro.

Puede no gustarte lo que ves. Pero también es la única forma de empezar a comprenderte de verdad.

Cuando me permití sentir mi rabia, la que escondía incluso de mí, entendí cuántas veces me había tragado el “no” por miedo a perder.

Y en ese tragar, me perdía a mí.

Poder verla, poder ponerle palabras, fue liberador. Fue reconectar con mi fuerza, con mi límite, con mi derecho a decir “esto no”.

En consulta lo veo cada día. Hay personas que necesitan dar espacio a su miedo, otras a su ternura, otras a su deseo.

Nadie se salva.

La Sombra no es un defecto, es una parte legítima de lo que somos.

Negarla nos divide.

Integrarla nos devuelve la unidad.

Y no, esto no es fácil. A veces asusta. A veces duele. Pero lo que asusta deja de ser tan amenazante cuando se nombra. Cuando ya no lo evitas. Cuando te das cuenta de que incluso eso que no te gusta también tiene algo que contarte. Que también es tuyo.

Mirar la Sombra no es volverse alguien peor. Es volverse más humano. Es dejar de juzgarse tanto. Es darse permiso para ser más real.

Cuando empiezo a aceptar esa parte de mí que no es tan luminosa, curiosamente, también puedo ver más claro.

Y me vuelvo más libre. Ya no tengo que fingir que soy sólo mi “mejor versión”.

Puedo simplemente ser.

Puedo responder desde lo que es, y no desde lo que “debería ser”.

Eso es lo que hace este trabajo tan potente.

No se trata de volverse alguien perfecto, sino alguien entero.

Como decía Jung, “Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”.

Yo añadiría: lo que acoges con conciencia, te transforma en presencia.

Y presencia es lo que más cura.

Si estás empezando a mirar tu Sombra o te da miedo hacerlo en soledad, estoy aquí para acompañarte. Es un camino delicado, pero profundamente liberador. Si sientes que es el momento, escríbeme.

La consulta está abierta para ti.

Si te ha gustAdo y te apetece, coMpártelo!!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *