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Recuerdo como si fuera ayer la primera clase de masaje deportivo. BRUTAL!
La profesora, una CRACK! Música de ACDC a todo trapo y a machacar gemelos!
Aprendí muchísimo ese año. Desde hacer masajes pre-competición, calentando musculatura en 10 minutos, post-competición. Practicarlos desde camillas, en esterillas o directamente en el suelo. Aprender técnica de tapping o vendar esguinces, lesión habitual en competición.
Mi apodo oficial era «la martillo» y quién ha «sufrido» uno de mis deportivos me dice que el nombre es merecido…
Es curioso que me apodaran así en Deportivo y que en Neurosedante, tenga la capacidad de transformarme y conseguir con el mínimo esfuerzo ese relax tan necesitado. Y es que en el fondo, la fuerza del masaje no está en las manos, sinó en la mente. Como diría el Maestro Yoda.
Me encanta manipular, friccionar, realizar barridos en músculos, fibras, tendones… Me encanta. Acabar la terapia y comprobar la expresión de la persona, como agradece lo bien que se siente en ese momento… Sensación única.
Los mejores recuerdos en deportivo los tengo de cuando hacía las prácticas e íbamos a competiciones de voley -ball y atletismo. Alguna vez fuí después, pero al final, compaginarlo con mi trabajo, mis estudios y familia hizo complicado continuar con ellas.
Pero aunque no esté «en el campo de batalla», el masaje deportivo lo traslado a casa. Es lo que tiene ser una familia de deportistas: fútbol, surf, Skate, atletismo, gimnasio…Siempre hay algún músculo o articulación que reparar! Y en contadas ocasiones, alguna amistad que me implora que saque el martillo y le «arregle los músculos».
Raquel
Raquel