In Essentia

Tiempo de lectura del Post: 5 minutos

Plumas prestadas

El PersonaJe, la mÁscara y la leyenda del águilA

Mi Personaje Interior es ese que escondo. El que aparece cuando no estoy defendiéndome.

El que tiembla, el que no sabe, el que duda. El que llora a veces sin saber por qué.

El que no brilla, pero es real.

Me conecta con mi vulnerabilidad y, al mismo tiempo, con mi verdad más profunda.

Cuando lo muestro, me siento viva. Más humana. Más honesta.

Está hecho de fuerza y fragilidad. De corazón, de instinto, de intuición.

Es mi parte animal, pero también mi parte más sabia.

Me susurra “por aquí sí, por aquí no” aunque muchas veces lo ignoro.

Pero ella insiste, vuelve, espera.

Y cuando por fin lo escucho, me abraza.

Es la niña sana que todavía vive en mí.

La voz de mi conciencia.

Y entonces me pregunto:

¿por qué la oculto?

O mejor, como propone la Gestalt y el autoconocimiento:

¿para qué la oculto?

Para no volver a ser herida.

Ahí, en ese lugar antiguo de dolor, nació mi Carácter.

Una máscara.
Como una armadura.
Una solución que me ayudó a sobrevivir.

El Carácter no es malo, simplemente llegó antes que yo.

Y desde entonces, ha hecho todo lo posible por protegerme. Incluso aunque eso signifique apagarme.

Mi Personaje exterior es el guardián. El muro. La jaula que guarda el animal. 

Durante años no lo vi, pero llegó un momento en que algo se rompió.

Descubrí que me había vuelto experta en controlar mi imagen, en medir cada palabra, cada gesto, en adaptarme para gustar.

Una eficacia impecable que me convirtió en alguien exitosa, pero internamente desconectada.

La Transición.
De Pavo Real a Águila Real.

Y así, la Máscara se adorna con los colores de lo aceptable, con la amabilidad aprendida y ensayada, preparada para agradar, para conquistar al otro con lo que se espera de ella.

Lo sé de primera mano —hablo desde mi propia experiencia, la más íntima y conocida.

Me reconozco en el Eneatipo 3, ese que necesita ser visto como valioso para sentir que merece amor. El triunfador lo llaman. El exitoso. 

El representado simbólicamente con el pavo real, en estado más insano y con el Águila real, en estado sano, donde domina su espacio, es símbolo de poder y tiene una identidad bien definida. 

Lo vi con claridad, incluso con cierto espanto: una parte de mí había desarrollado un carácter psicopático.

No desde la maldad, sino desde la desconexión.

Me había convertido en un pavo real. Todo despliegue, todo apariencia, todo pluma.

Pero sin raíz. Sin suelo. Sin silencio.

Y entonces llegó la imagen del Águila Real.
No como ideal, sino como llamada.

Dice la leyenda, de cómo, al llegar a cierta edad, el águila debe tomar una decisión: morir o transformarse.

Para seguir viviendo, necesita subir a lo alto de una montaña, romper primero su propio pico contra la roca, para que vuelva a formarse uno nuevo y fuerte, arrancarse las garras, una a una y quitarse las plumas viejas para que el nuevo pelaje aparezca.

Un proceso doloroso y solitario. Lleno de coraje y valentía.

Y solo después, puede renacer.

Me vi ahí. En esa disyuntiva.

¿Sigo sobreviviendo con mi pico brillante de palabras medidas, con mis garras de eficiencia, con mis plumas impecables? ¿O me atrevo a desmontar el personaje, a romperlo, a dejar que duela, y empezar de nuevo?

La herida duele.

Pero a veces duele más no sentirla.

Porque cuando no me permito doler, tampoco me permito disfrutar.

Esa es la trampa del carácter: para evitar una emoción, tengo que apagar todas.

Y entonces aparece la Sombra.

Esa parte de mí que escondo, no porque sea mala, sino porque me da miedo que no sea aceptada.

El egoísmo, la rabia, la ambición, la tristeza, la necesidad.

Todo lo que no entra en el personaje ideal que me fabriqué para ser querida.

Pero justo ahí, en lo que niego, hay también una fuerza inmensa.

Aceptar mi sombra no me hace peor, me hace libre.

Libre para elegir. Libre para sentirme completa.

Para no tener que estar todo el tiempo aparentando.

Para no tener que fingir que soy luz cuando por dentro estoy en tinieblas.

Y sí, he tenido miedo a mostrar mi esencia.

A decir que no. A decir que sí.
A ser tan espontánea y expansiva que me sienta ridícula.

A no gustar.

A que vean que no siempre sé, que a veces estoy perdida.

Porque mostrarme sin máscara me deja expuesta. Y duele.

Pero también me conecta con algo profundamente humano: la locura de ser quien soy, sin filtros.

Y es ahí donde empiezo a entender que el trabajo no es destruir el Personaje Exterior, sino dejar de vivir dentro de él.

Reconocerlo como parte, no como todo.

Mi Personaje Exterior me ha servido, pero ya no necesito que lo dirija todo.

La máscara puede ser útil si soy consciente de que la llevo.

Como en el teatro.

El problema no es tener un papel. El problema es creer que solo soy eso.

Entre mi Personaje Interior y el Exterior hay un espacio fértil: el lugar donde puedo elegir.

Donde no soy ni solo la niña herida, ni solo el pavo real brillante.

Donde puede renacer el águila.
El águila no niega lo que fue. Pero se atreve a transformarlo.

Y esa es mi leyenda.

No la historia de alguien que lo tiene todo resuelto, sino la de alguien que se atreve a mirar adentro.

A desmontar sus defensas. A nombrar sus sombras.

A romper el pico, a soltar las garras, a arrancarse las plumas que ya no sirven.

Y esperar.

Esperar, con paciencia salvaje, a que la vida vuelva a crecer desde lo verdadero.


Si algo de esto resuena contigo, si también estás cansada de sostener un personaje y sientes que ha llegado el momento de iniciar tu propio proceso de transformación, puedo acompañarte desde la Terapia Gestalt y el autoconocimiento.

No para decirte quién eres, sino para ayudarte a recordar quién eres.

Para que encuentres tu propio ritmo, tu propia verdad.
Tu propia leyenda.

PD. Este post, lo dedico con todo mi cariño a Cleo. Siempre, siempre seré una Cleo en mi corazón, porque eso me conecta con tu maravillosa esencia. 

Si te ha gustAdo y te apetece, coMpártelo!!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *